Te lesionas en la mayoría de ocasiones por repetición. Te recuperarás de una manera o de otra, a veces de forma fácil y otras buscando soluciones en profesionales que te ayuden. La forma de que no vuelvas a caer en los mismos síntomas suele pasar también por la repetición, en esta ocasión, repeticiones en el buen sentido, en la buena postura o buscando el movimiento óptimo. Así creamos adaptaciones en los tejidos. Repetir y repetir.
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Sigamos. Tenía ganas de escribir este post y no será la última vez que hable sobre ello. Una de las cosas más importantes que tenemos para recuperarnos de una lesión, dolor o patología es la motivación.
Si encontramos la motivación nos situamos en un estado emocional que nos va a llevar a la acción. De nada sirve conocer cómo debes fortalecer tus músculos para conseguir la postura de la imagen o saber de primera mano cómo mejorar una fascitis plantar si no lo llevas a cabo.
Es muy fácil de decir, claro. Conozco a muchas personas que, desgraciadamente, se han visto en situaciones muy complicadas donde experimentaron mucho dolor. Salieron de ahí. Y como no querían repetir la experiencia, encontraron la motivación suficiente para hacer pilates, cuidar su cuello a diarío, cambiar hábitos o realizar ejercicios de forma constante.
A veces la motivación viene sola. También se va sola. Así que cuando viene hay que agarrarla con fuerza.
También puedes forzarla. Puedes imaginarte en una situación a nivel físico muy penosa, con alguna desgracia que te impida disfrutar de las cosas que te gustan. Quédate en ese lugar imaginario un rato. Luego vuelve y siente gratitud por no estar así. ¿Puedes hacer algo para mantener o mejorar el estado físico/emocional que te permite realizar esas cosas que te gustan? Probablemente sí. Aprovecha tu momento. En tu estado imaginario no podías.
Si encuentras la motivación, vas a dedicar más tiempo, esfuerzo y atención.
Tiempo. La repetición en los ejercicios de control motor, fuerza o elasticidad va a crear adaptaciones neuronales para la realización de esa tarea.
Esfuerzo. Si le pongo ganas, la cosa cambia. Provocaré agujetas, dolor muscular “sano” o tensión en esa fascia que se alarga. Pero avanzaré mucho más.
Atención. Poner el foco en algo. No es lo mismo hacer unas sentadillas o unos ejercicios para el cuello pensando en lo que voy a cenar, que si imagino la activación de la musculatura de mis piernas o visualizo los flexores profundos del cuello. No tiene nada que ver.
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