¿Cómo es posible la siguiente situación?
Corredor de San Fermín. El toro acaba de cogerle y destrozarle la pierna. Tiene una cornada importante que mejor no describo. Desgraciadamente, el toro sigue detrás de él. Teme por su vida. Y corre, y corre, y corre. Con la pierna buena y con la mala. Con las 2.
¿Es que no le duele? ¿ No le impide correr esa pierna destrozada? Pues no. O no mucho. Y esto es gracias a su cerebro.
No lo digo por listo, si no no se pondría delante de un animal enorme con cuernos. Lo digo por la capacidad que tiene nuestro cerebro de avisarnos de lo que él interpreta como más “alarmante”.
Este tema da para mucho, pero siendo breve, lo que quiero que entiendas es que el dolor está ahí porque:
Nos avisa de un daño. De tal forma que podemos buscar remedios al daño en ese tejido gracias a que siento ese dolor
Saltan alarmas ante un posible daño. No se ha producido daño pero el dolor está ahí. Es real
Vamos a poner esto en otro contexto: Tenemos a un ladrón que quiere robar una casa. Y la casa tiene una alarma.
Ladrón: Daño en el tejido
Casa: Nuestro cuerpo físico
Alarma: Dolor
En el 1er caso anterior, la alarma funciona bien y salta cuando entra el ladrón (percibimos el dolor acorde al daño que se produce en el tejido).
En el 2do caso no entra ningún ladrón pero la alarma tiene un fallo y salta igualmente Percibimos un dolor real aunque el daño en el tejido no se ha producido.
Esto a veces ocurre. Y nos conviene saberlo porque es necesario normalizar una situación ante la que sentimos dolor. Ya sea porque ese aviso me vale para buscar remedios para mi lesión o porque cabe la posibilidad de que el dolor percibido no sea proporcional a la lesión que tengo.
Este tema del dolor forma parte del Reto de 21 días para mejorar tu cuello. Si quieres probarlo gratis, escríbeme Aquí o comparte si conoces a alguien. Podemos hacer un seguimiento personalizado de tu cuello durante el reto si traes a 2 personas.
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